ARTÍCULOS Y TRABAJOS EDITORIALES
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Comer juntos en 2025 es un acto revolucionario.
Una forma de resistencia íntima frente a la prisa, el aislamiento y la desconexión de la vida moderna.Reivindico la mesa como territorio sagrado.
Donde los relojes se detienen, las pantallas se apagan y lo importante sucede: el encuentro.Alimentarse es una necesidad básica, profunda, universal.
Una urgencia que compartimos todos, más allá de culturas, edades o lenguas.
Y cuando ese alimento se comparte, ocurre algo mayor:
no solo se nutre el cuerpo, también se alimenta el alma.Y por eso, esta también es una oda.
A quien cocina con amor, a quien sirve con cuidado,
a quien pone la mesa, a quien la recoge,
a quien se sienta y escucha,
a quien pasa el pan, a quien brinda sin prisa.Porque todo gesto alrededor de la comida es un acto de entrega.
De estar. De ofrecer. De cuidar.Creo en la pausa como medicina,
en la sobremesa como declaración de afecto,
en el bocado que se saborea mejor cuando hay conversación y mirada.Defiendo el poder de sentarse a comer con otros
como un gesto de humanidad.
Porque ahí, sin disfraces ni filtros, nos reconocemos en nuestra necesidad compartida:
la de pertenecer.Cada comida compartida es una forma de cuidado.
Es un “aquí estoy para ti” que no siempre necesita palabras.
Es comunidad servida en platos, vasos y risas.Porque comer juntos no es solo comer.
Es recordarnos que somos tribu.
Que todavía sabemos estar.
Que tenemos tiempo para lo esencial.Por eso, defiendo la mesa compartida.
Como un espacio de ternura, de escucha, de gratitud, de memoria y de futuro.Que nunca nos falte una silla más.
Ni las ganas de decir, con el corazón lleno:Gracias.
Que aproveche.
Que nos aproveche. -
UNA EXPOSICIÓN QUE DESAFÍA EL CONSUMO DE CUERPOS Y LA SEXUALIDAD DIGITAL
¿De dónde nace esta exposición?
En una era donde el placer se ha convertido en un producto más del mercado digital, donde los cuerpos son consumidos como bienes de un solo uso, surge la necesidad de detenernos y reflexionar. "No apto para consumo, humano“ nace como una respuesta a la mercantilización de la intimidad, a la desconexión emocional que ha traído consigo la inmediatez del placer digital. Inspirada en estudios de sociología, psicología y filosofía contemporánea, esta exposición propone un diálogo entre la brutalidad del consumo y la sensibilidad humana, entre la hipersexualización y la búsqueda de una conexión genuina.
¿Por qué la era digital es un paso más peligroso?
La sexualidad ha sido objeto de mercantilización desde tiempos inmemorables, con la prostitución como una de las formas más antiguas de comercio humano. Sin embargo, que haya existido desde siempre no significa que deba seguir existiendo. Una sociedad que evoluciona debe cuestionar las estructuras de poder que perpetúan la explotación y la cosificación de los cuerpos. La era digital ha llevado esta dinámica a un nivel sin precedentes. Hoy, la tecnología no solo facilita el acceso a la sexualidad como un producto, sino que la convierte en un bien inagotable, accesible en cualquier momento y lugar, a través de pantallas que despojan al cuerpo de su humanidad. Plataformas de contenido explícito, inteligencia artificial y algoritmos diseñados para maximizar la adicción han construido una industria donde el deseo es explotado sin freno, dejando profundas secuelas en la percepción del otro y de uno mismo. La inmediatez digital despersonaliza, cosifica y destruye la empatía, convirtiendo la intimidad en un acto puramente transaccional.
¿Qué expresa esta exposición?
"No apto para consumo, humano" no solo cuestiona el consumo de pornografía, sino el modo en que hemos normalizado el uso de los cuerpos como objetos de satisfacción momentánea. La exposición enfrenta al espectador a la disociación que provoca la tecnología en nuestra percepción del deseo y el placer. ¿Qué ocurre cuando la sexualidad se convierte en un producto de mercado? ¿Cómo afecta esto a nuestra manera de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos? A través de instalaciones visuales, performances y experiencias inmersivas, esta muestra busca provocar una reacción visceral, invitando a una pausa en la vorágine de lo inmediato.
Una narrativa en tres actos
El recorrido por la exposición está estructurado como un viaje que lleva al espectador desde la cosificación hasta la posibilidad de una reconexión auténtica:
• El supermercado de los cuerpos: Un espacio frío, casi quirúrgico, donde los videos y fotografías consumid@s aparecen etiquetados como productos, exponiendo la lógica de la mercantilización sexual.
• El algoritmo del placer: Una instalación donde la inmediatez del consumo digital confronta al espectador con la paradoja de la intimidad simulada. En este espacio, se escuchan de fondo títulos de videos de plataformas como Pornhub y Xvideos, como "Chica violada entre tres" o "Me follo a mi padre", mientras en las pantallas se proyectan imágenes tiernas de personas realizando actividades cotidianas, resaltando la contradicción y la violencia simbólica del contenido digital.
• Reconexión: Un espacio vacío, cálido, donde se invita a la pausa y la introspección, a recuperar el contacto humano más allá de la pantalla.
Hacia dónde pretende llegar
Esta exposición no ofrece respuestas definitivas, pero plantea preguntas necesarias. Quiere abrir un espacio de reflexión sobre el modo en que consumimos, sobre la fragilidad de los vínculos en un mundo dominado por lo efímero. "No apto para consumo, humano" es una provocación, una invitación a mirar más allá de la pantalla, a recuperar el sentido del tacto, de la mirada, de la emoción sincera. Es, en definitiva, un llamado a la humanidad en un mundo cada vez más digitalizado.
[¿Qué debemos saber sobre este producto? ¿Cómo se fabrica, cuánto cuesta, de qué color y tamaño es? Las mejores descripciones generan más ventas.] -
No estar a la moda, es la moda
Ahondando en pensamientos paradójicos, llego a esta conclusión: cuando no estar a la moda es la moda, no hay escapatoria.
Las modas son corrientes. "Moda" es, por definición estadística, aquello que ocurre con más frecuencia en un grupo, a diferencia de la media, que trata de encontrar un equilibrio, o la mediana, que busca el punto medio. La moda no busca equilibrio ni neutralidad: busca repetición, presencia, tendencia.Entonces, ¿qué pasa cuando la moda se convierte en la ausencia de moda?
Cuando vestir de forma "auténtica" es exactamente lo que hacen todos. Cuando la rebeldía se vende en perchas. Cuando lo alternativo se fabrica en serie.
Allí la paradoja se despliega: ser diferente es lo mismo que ser igual a todos los que quieren ser diferentes.Las redes sociales, los algoritmos y el mercado han hecho que incluso lo espontáneo sea calculado. La estética “natural” es hoy una curaduría milimétrica. Las prendas de segunda mano ya tienen precios de lujo. Las rarezas se convierten en normas en cuestión de likes. Lo mainstream se disfraza de underground.
Y así, el deseo de no pertenecer a ninguna corriente, termina alimentando la corriente más grande de todas: la del rechazo a la corriente.
Entonces, ¿queda alguna forma de escapar de la moda? ¿O estamos condenados a ser parte de ella incluso cuando creemos que no lo somos?
Quizás la verdadera disidencia no está en lo que llevamos puesto, sino en cómo decidimos vivir.
No vestir fuera de la norma, sino pensar fuera de ella.
No seguir una estética, sino cuestionarla.
No crear para gustar, sino para expresar. -
Verde que te hiero verde,
y aún así me sigues dando vida.
Hoy, mi grito es de disculpa
y mi promesa la de cuidarte mejor.
Verde te quise, verdeY por verde,
te hiero.
Queriendo, te hiero,
e hiriendo,
Te quiero.
Verdes mis raíces,
negras
tus cicatrices.
Del carbón negras,
Sin perdón,
negras.
Con dolor, negras,
Destrucción. ¿Te vas?
Verde, te convoco, verde
No huyas,
verde.
Que donde hoy duele,
Semillas
crecen.